La Bola de Cristal
La amarga hiel de la derrota
Rogelio Rivero
Al final del proceso electoral 2013, con una lluvia de estrellas apagadas, con sus damnificados y ánimos vencidos, algunos de ellos con gran capacidad mediática y no poca incidencia de opinión, que ahora se dan a adjudicar culpas ajenas -seguramente con la convalidada intención de acudir a los tribunales a pelear lo que no conquistaron en las urnas.
Con bastante frecuencia esas interpretaciones del resentimiento con berrinche y pataleo por la derrota, terminan siendo proyecciones de sus propios deseos y lecturas, con los cuales se busca legitimar imaginándolas como reproducciones fidedignas de percepción, usualmente urgentes en cierta dirección y bajo determinada forma, “porque nos ganaron con argucias y triquiñuelas”, –argumentan-.
No hace mucho en la oposición que con las baterías cargadas invitaban a votar por la causa de la bandería de revolución democrática encausada conjuntamente con los concomitantes albicelestes de la panadería local, sus agoreros y oradores lucían toda una apología de su gestión al servicio de la sociedad y pontificaban con gran elocuencia sobre eventos y actos maravillosos, –como si tuvieran una varita mágica-, la transformación y desarrollo social con el sufragio para ellos.
Pero no se ocuparon de entender que aquí en Quintana Roo, su profuso mundo de fantasía es muy distinto a honrar el honorable gentilicio. Que sus peculiares protestas causarían la sospecha de todos, incluye a propios y extraños militantes; que pocos garantizarían la vida con alguien que dio todo un espectáculo mostrándose en un video que circuló en los medios y por todo el espacio cibernético, agarrando fajos de dinero
Así como éstas muestras son muchas de las desviaciones que hicieron que el verdadero objetivo, al final, los alejara de los electores y, por ende, del codiciado triunfo. Hizo falta mucho más para emprender una cruzada de lucha democrática en la calle. El régimen opositor, ahora inerte o “herido de muerte”, se le agotó el aliento cuando el electorado dejó mostrar sus inconformidades en las urnas.
Ahora abatidos ante el despertar de un pueblo, han llegado los inefables jugadores en combinación de sus logotipos juntos, PAN y PRD, derrotados con sus encomendados para que con el último aliento acudan a los tribunales electorales, ya sin la fuerza de cuando tuvieron la oportunidad y la concesión ciudadana, porque traicionaron la esperanza de los electores que antes creyeron en un sistema distinto.
Legitimidad del triunfo
La pasividad al voto viene contribuyendo intermitentemente a destruir el futuro de la democracia. El electorado impávido observó cómo el régimen actual de partidos políticos aceleró sus propuestas, mientras la mayoría de los electores se condujeron con el sufragio inmovilizado al no acudir a las urnas.
Y aunque dentro de las páginas de los diarios, webs, spots de radio, TV e Internet, se veían los promocionales del Instituto Electoral de Quintana Roo, Ieqroo, que atraerían a más electores a votar, lo cierto es que fue todo lo contrario, la gente no salió a votar y la culpa es corresponsablemente entre los partidos de oposición, sus escuálidos candidatos y un importante tanto de la ciudadanía electora que tiene a bien la obligación de designar a sus autoridades y representantes.
Huelga decir, de ese jaez, azas, que habría de reconocer que la parte que le correspondió al Instituto Electoral de Quintana Roo, que fue aplicando con antelación desde el inicio del cronograma electoral hasta el final, con visitas domiciliarias a los ciudadanos insaculados a representantes de casillas, recorridos en comunidades con promoción general para salir a emitir el voto, spots de radio TV e Internet, concursos y talleres de capacitación, la supervisión del Prep, el conteo final y la entrega de acreditaciones a los ganadores de la contienda, entre otros métodos, que fueron llevados por los consejos general y distritales del instituto local electoral, encabezado por el consejero presidente, Jorge Manríquez Centeno, demás consejeros y los representantes de los partidos participantes.
La relación entre la legitimidad y la ilegitimidad, cacareada dentro de las perdedoras huestes opositoras, remite a la votación cuando se eligió al actual régimen en el caso –en el ocaso- del PRD en el municipio Benito Juárez, con la votación-abstención que se acogió en su triunfo electoral Julián Ricalde Magaña.
Si aun con los programas implementados por las autoridades electorales e incluso por todos los partidos y candidatos durante las campañas para combatir el abstencionismo no se ha logrado abatir el problema, no es motivo para ahora sustentar la ilegitimidad de los vencedores ya que en la democracia el triunfo se basa en la mayoría de los votos emitidos en las urnas, no en los votos no emitidos por abstención.
Si el caso fuera lo contrario, los 72,927 votos alcanzados en el 2010 por el perredista, Julián Ricalde Magaña, para ser elegido como Presidente Municipal de BJ, lo colocarían como Presidente Ilegítimo al ser esta cifra un 17.61% del padrón electoral de aquel año que comparado con los resultados recientes del triunfo de Paul Carrillo, que obtuvo 86,434 votos, con lo que arroja que Ricalde Magaña obtuvo el 13.5% menos de votos en la elección municipal ante pasada.
Ciertamente, la decisión popular del pasado 7 de Julio no encuentran otro modo para intentar distraer la atención de la aplastante realidad al señalar de ilegitimo al abanderado priista, Paul Carrillo de Cáceres, quien obtuvo una votación del 50.68% logrando un margen de ventaja legítima indiscutible de 28.89% sobre la candidata del PRD, Graciela Saldaña Fraire, que solo logró el 21.79% de la preferencia electoral.
Y el triunfo de la maquinaria priista fue con el consentimiento de los electores mediante el sufragio en las urnas. Con lo cual se atribuye a los nuevos alcaldes justos títulos para gobernar, revistiéndolos así con el manto de la legitimidad.
Con las verdades se puede hacer todo menos sentarse encima de ellas. Dicho de otro modo, el poder no puede sostenerse en la pura coacción negativa de los partidos, necesita y exige la obediencia voluntaria de los ciudadanos.
Han corrido escolias en los medios con declaraciones de los vencidos al explicar y justificar su derrota, siempre que ocurre luego de un proceso electoral, sea para atribuir o demonizar al decir: “fue una elección de Estado”, para que así sea frustrado el mérito del que resultó triunfante.
No hay comentarios:
Publicar un comentario