La Bola de Cristal
El efecto de los gasolinazos
Rogelio RIVERO
Para millones de mexicanos que viven en el paroxismo -intransigencia-, por el proceso intermitente de los “gasolinazos”, a cada rato, recurrentes para renovar imagen política, es trámite inútil para el cultivo de los sufragios expectantes.
Y no sólo eso, además del rechazo inmediato, a la hora de votar será un trámite de rechazo silencioso, muy costoso, que parte de la cultura de la simulación democrática. Ésta, se sabe bien, es idiosincrática.
El poder político es uno de los elementos constitutivos del Estado mexicano. Su función filosófica, política, moral y ética e incluso práctica, es la de atender a otro de los principales elementos constitutivos, el pueblo.
Ese elemento constitutivo, -el pueblo-, es el más importante de todos, superior sin duda al mismo poder político, por lo que constituyen los gasolinazos, junto con otros, elementos para sufragar en contra de aquél que flagela su economía.
Pero es demostradamente sabido que el poder adquisitivo, en el andamiaje de la sistemática ejecución de los aumentos a los energéticos diseñados en la instancia federal hacia los estados, no obedece a los intereses del pueblo.
Y para evadir esa responsabilidad de servir al pueblo, o a la sociedad, si se prefiere identificarlo así, se utiliza extensa e intensivamente un recurso expeditivo, simulando mediante amaños y tinglados, dañando los bolsillos del pueblo.
Tan es así que la percepción generalizada en México por los gasolinazos, es la de que el quehacer de la política equivale a ejercicios que van en la práctica de mentir y engañar con socaliñas, a elevar la economía del país.
Esa manifestación cultural de la idiosincrasia del poder y sus personeros se extiende incluso al pueblo, controlado por uno de sus elementos, el poder económico, que así se desnaturaliza con los gasolinazos.
Debido a ello, el trámite de votar y, secuencialmente, elegir representantes de la ciudadanía en los órganos del poder político federal y con arreglo a lo demográfico territorial, parece gestión de efecto retro boomerang, con alto costo en las urnas.
Dicho de otro jaez, ese ejercicio cívico del sufragio efectivo deviene en diligencia infecunda, baldada. Por ello, diríase, sin hipérbole, que el efecto nocivo de los gasolinazos, es el trámite más inútil para pedir el voto. La ciudadanía no vota bajo premisas falsas. Ni engañada.
Engañada por el hecho mero de votar por candidatos que simulan ser lo que no son y que fingen izar banderas de reivindicaciones sociales y populares, y que así es la democracia en sí. -Nada más falaz-. Punto
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