La Bola de Cristal
Unidad priista
Rogelio RIVERO
Se ha comenzado a observar cada vez más la unidad pronunciada en el seno de la cúpula nacional del PRI debido a la formación de tendencias que cobran mayor actividad -y efectividad-, como consecuencia del registro de la candidatura presidencial del ex gobernador del Estado de México, Enrique Peña Nieto.
En la medida en que el nominado se presentó con sus huestes a nivel nacional a formalizar su presencia en la contienda electoral 2012, florecen los argumentos sobre las excelencias del único candidato que se presenta con aire triunfal.
Sobre cómo llegó al registro con su vanguardia, con lo mejor de las bases de los sectores priistas nacionales de manera directa para remachar las virtudes del abanderado tricolor, también con connotados priistas quintanarroenses, cuán debe producir entusiasmos en el ámbito nacional.
Ciertamente puede originar cautelas a lo que parecía difícil de resarcir, pero es cuestión del sentimiento de unidad al interior del partido, con lo que parece incapaz de dividir la cercanía del regreso a Los Pinos con el ahora abanderado del tricolor.
No puede existir mejor comienzo. La compañía de los priistas quintanarroenses debe augurar igualmente un camino promisorio, no faltaba más, Pedro Joaquín Coldwell, Félix González Canto, y Roberto Borge Angulo, los tres gobernadores de Quintana Roo, -dos ex y el actual-, quienes debido a su experiencia en materia de campañas y de estrategias, así como también por su presencia, aparecen como guías.
El simple hecho de la creación de la unidad en la diadema que orlan los sectores priistas y de las fórmulas que han encontrado para sobrellevar con fortuna de triunfo en el tránsito del proceso presidencial, que en nada se ha parecido a un tranquilo atardecer, les concede credibilidad sobre cuya solidez no se pueda dudar.
De todo lo cual se desprende cómo ha empezado bien la fiesta de la unidad y cómo puede funcionar, que en vez de frenar, es el acelerador y el incentivo ante la necesidad imperiosa de un triunfo electoral presidencial, para el cual se requieren no pocos sacrificios.
La unidad priista no es una concesión de última hora, ni una maniobra táctica a corto plazo para obtener ventajas parciales, ni mucho menos una manera de auspiciar el reparto de las posiciones dentro de una concepción circunstancial.
Este es el fundamento de todos los grupos políticos tricolores que integraran el llamado constante a la unidad priista, que resuene en la reflexión para que renazca la esperanza de la victoria, el espíritu que motive a aquellos hombres y mujeres tricolores a unirse en un extraordinario y necesario mandato de su institución política. Punto
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