La Bola de Cristal
¡Aaarrrrancan!
Rogelio RIVERO
Por lo pronto, mientras el país experimenta una sensación de vértigo por la inseguridad, hoy se da inicio constitucional a las contiendas electorales venideras para el cambio del Jefe del Ejecutivo Federal y del Poder Legislativo camaral, en Los Pinos, Senado y San Lázaro. La política reina en el pináculo de las prioridades electorales para promover el voto de los ciudadanos. Lo que hoy se asoma en el boceto inicial del proceso 2012.
Así, en el proceso electoral desde ahora sui génesis, se debe convencer al electorado y donde los partidos políticos tendrán fechas esperando que suene la campana en el mes de febrero para iniciar la férrea pelea electoral que se avecina, y de lo que serán capaces los contendores por promover el voto para ganar las elecciones.
Para transmitir esa credibilidad, deben tomarse cuidadosamente aquellas decisiones que serían demasiado costosas en una coalición electoralista, circunstancial y oportunista. Esas decisiones probablemente impliquen sacrificios, pero asumirlos es vital para diferenciarse de lo que no se es.
Bajo el enfoque de la señalización del arranque del proceso electoral 2012, en Quintana Roo, se jugarán tres boletos para el tren de San Lázaro y dos al Senado y, además, otro con su respectivo ticket de cortesía plurinominal, -como tercer Senador designado-, son precisamente con presumibles precandidatos la opción atractiva para convencer a los quintanarroenses de la unidad efectiva. Y afectiva.
Es imposible negar el giro adverso y converso en el que se halla la bandería blanquiazul de la derecha, lo que se percibe no es el ajetreo del movimiento característico dentro de su ideología conservadora, sino la sacudida de un catártico pleito intestino inducido por las circunstancias.
En el partido del centro tricolor. Uno sería el sacrificio individual en la contienda con la posible renuncia a la primigenia política, el cual pareciera ser más preciado para los otros partidos grandes. Una acción que podría tomar el partido, que se vislumbra como triunfador, al asumir a sus abanderados con la unidad, cada precandidato puede asumir esta bandería como suya, -o presentar su individualidad-. La posición es que a nadie se le puede obligar a abandonar a su símbolo.
En las tribus de izquierda se escuchan los tambores de la guerra, batallan entre ellos, aunque el combate más espinoso se desarrolla entre los jefes guerreros y valientes renegados, junto con obedientes militantes que la final hacen a un lado. Es elocuente que se disputan el liderazgo radical, aunque la verdadera brega de ambos es en contra de un ministro de culto que, distanciado al tiempo, reclama como suyo el derecho de ser candidateable.
Este cuadro, de suyo dramático, lo completa el letargo en que está hundida la estructura de las izquierdas, donde el temor a una pronta ausencia absoluta estimula sinuosos y callados reacomodos. Punto
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